Si sos de los que tiene como contraseña de Instagram: “12345IG” y por seguridad la cambias a “IG54321” o “123456IG”, probablemente estás comprometiendo tu seguridad en el ciberespacio.
En la era digital, la seguridad en línea es una preocupación constante. Nos bombardean con consejos sobre cómo mantener nuestras cuentas seguras: usar una contraseña larga, incluir caracteres especiales y, por supuesto, cambiarla frecuentemente.
Sin embargo, un reciente artículo del Washington Post revela que muchas de estas prácticas pueden ser más perjudiciales que beneficiosas.
Durante años, las organizaciones y los expertos en seguridad han insistido en la necesidad de cambiar nuestras contraseñas regularmente. La idea era que, al hacerlo, se reduciría el riesgo de que una contraseña comprometida se utilizara para acceder a nuestras cuentas.
Sin embargo, investigaciones recientes sugieren que esta práctica puede ser contraproducente.
El Instituto Nacional de Estándares y Tecnología (NIST) de Estados Unidos ha propuesto nuevas directrices que desafían muchas de las normas tradicionales de seguridad.
Según el NIST, las reglas que obligan a los usuarios a cambiar sus contraseñas con frecuencia pueden llevar a comportamientos inseguros, como el uso de contraseñas fáciles de recordar o la reutilización de contraseñas con ligeras variaciones.
Uno de los principales problemas con la política de cambio frecuente de contraseñas es que puede llevar a la fatiga del usuario.
Cuando se les pide a los usuarios que cambien una constraseña constantemente, es más probable que opten por claves más simples o que reutilicen contraseñas antiguas, lo que en última instancia debilita la seguridad.
Además, la necesidad de recordar múltiples contraseñas complejas puede llevar a que los usuarios las anoten en lugares inseguros o utilicen patrones predecibles.
Esto crea una falsa sensación de seguridad y puede hacer que las cuentas sean más vulnerables a los ataques.
El NIST ahora recomienda que las contraseñas solo se cambien cuando haya evidencia de que han sido comprometidas. En lugar de imponer cambios frecuentes, se sugiere el uso de contraseñas largas y únicas para cada cuenta, combinadas con la autenticación de dos factores (2FA).
Esta combinación proporciona una capa adicional de seguridad sin la necesidad de recordar constantemente nuevas contraseñas.
Otra recomendación importante es evitar el uso de preguntas de seguridad que puedan ser fácilmente adivinadas o encontradas en línea, como “Bocadillo”, el nombre de tu primera mascota o “Colegio Mi Casita”, la escuela a la que asististe.
En su lugar, se sugiere utilizar métodos de recuperación de cuenta más seguros, como el envío de códigos a través de mensajes de texto o e-mails.
Te recomendamos cuatro concejos, los cuales puedes aplicar en este ámbito de tu vida:
– Usá un gestor de contraseñas: Estas herramientas pueden generar y almacenar contraseñas seguras para todas tus cuentas, eliminando la necesidad de recordar cada una.
– Habilitá la autenticación de dos factores (2FA): Esto añade una capa adicional de seguridad al requerir un segundo paso de verificación, como un código enviado a tu teléfono.
– Creá contraseñas largas y únicas: En lugar de cambiar tus contraseñas frecuentemente, asegúrate de que cada una sea única y difícil de adivinar.
– Mantenete informado: La seguridad en línea es un campo en constante evolución. Mantente al día con las últimas recomendaciones y prácticas para proteger tus cuentas.
La seguridad en línea es crucial, pero las prácticas tradicionales de cambio frecuente de contraseñas pueden no ser tan efectivas como se pensaba.
Siguiendo las nuevas recomendaciones del NIST y adoptando hábitos de seguridad más inteligentes, podemos proteger mejor nuestras cuentas sin la carga de recordar constantemente nuevas contraseñas.
¿Cuándo deberías cambiar tus contraseñas?
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